La víspera de todos los santos
Leyenda Celta
"A través de los tiempos de madres a hijos nos llegan viejas narraciones de costumbres"
Érase una vez un buen hombre llamado Hugh King, que en la Víspera de Todos los Santos, se quedó a pescar hasta tarde, refugiado en sus melancolías y en sus amores.
Era de mente volátil y solo pensaba en Hadas y Príncipes mientras esperaba vanamente que picaran los peces a su caña.
Y de pronto vió un gran numero de luces que danzaban y una gran multitud de personas que pasaban apresuradamente alrededor suyo con cestas y bolsas, riendo y cantando.
-Se os ve alegres -dijo Hugh King- ¿A donde vais?
- Vamos a la Feria- contestó un hombrecillo que lucia en su cabeza un tricornio adornado con una banda de oro,
Ven con nosotros y disfrutaras de la mejor comida y bebida que nunca has comido y bebido.
El buen hombre se animó y les acompañó y una mujer le dio a llevar su cesta.
Y los acompañó hasta llegar a la Feria, en un sitio oculto en el bosque.
Allí la gente cantaba, bailaba y reía.
Y había gaiteros, arpistas y pequeños remendones que arreglaban zapatos.
La cesta era muy pesada y Hugh deseaba dejarla para ir a incorporarse al baile.
E incluso había vislumbrado a una hermosa joven de largos cabellos amarillos que andaba riéndose con gran alegría muy cerca de donde el se encontraba.
Así que dejó la cesta, y al dejarla en el suelo salió de su interior un viejecillo.
- Ah, gracias amigo Hugh -dijo el duende- me has llevado de maravilla, pues mis miembros son débiles, pero te pagaré muy bien, apuesto muchacho, extiende tus manos.
Y el duendecillo echó en ellas oro y más oro, relucientes guineas doradas.
Y Hugh fue a la fiesta, y en ella comió, bebió y bailó, se lo pasó en grande, pero al cabo de muchas horas cuando aun el jolgorio continuaba se le acercó un hombre de tez obscura, bien vestido y elegante, que iba seguido de un cortejo de gente elegante como el.
- ¿Sabes quien es esta gente, quienes son los hombres y mujeres que están bailando a tu alrededor? pregunto. Hugo negó con un gesto.
- Mira bien y dime, ¿Estas completamente seguro que no les habías visto antes?
Y al mirar Hugh vio una muchacha que había muerto el año anterior, y luego uno tras otro, fue reconociendo a muchos de sus antiguos amigos, que como él bien sabia, estaban muertos desde tiempo atrás.
Reparó entonces en que todos los bailarines, hombres, mujeres y muchachas eran los muertos en sus largos y blancos sudarios.
Y Hugh regresó a su hogar, lleno de temor y tristeza, pues ahora sabia que los espíritus habían estado con el y lo habían castigado por haber perturbado sus celebraciones en la víspera de Todos los Santos, la única noche del año, en la que los muertos pueden dejar sus tumbas y bailar en el bosque a la luz de la luna, en esa noche que los mortales tendrían que quedarse en sus casas y no atreverse a mirarlos ni estorbarlos.....
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