Entradas

Mostrando entradas de septiembre, 2011

El ojo del amo

Un cuento de Italo Calvino (Italia)   -El ojo del amo -le dijo su padre, señalándose un ojo, un ojo viejo entre los párpados ajados, sin pestañas, redondo como el ojo de un pájaro-, el ojo del amo engorda el caballo. -Sí -dijo el hijo y siguió sentado en el borde de la mesa tosca, a la sombra de la gran higuera. -Entonces -dijo el padre, siempre con el dedo debajo del ojo-, ve a los trigales y vigila la siega. El hijo tenía las manos hundidas en los bolsillos, un soplo de viento le agitaba la espalda de la camisa de mangas cortas. -Voy -decía, y no se movía. Las gallinas picoteaban los restos de un higo aplastado en el suelo. Viendo a su hijo abandonado a la indolencia como una caña al viento, el viejo sentía que su furia iba multiplicándose: sacaba a rastras unos sacos del depósito, mezclaba abonos, asestaba órdenes e imprecaciones a los hombres agachados, amenazaba al perro encadenado que gañía bajo una nube de moscas. El hijo del patrón no se movía ni sacaba las manos de los bolsi

LA LEYENDA DEL ALGARROBO

Imagen
Leyenda Argentina Esto sucedió en tiempos de los Incas. Los quichuas adoraban con las principales honras a Viracocha, señor supremo del reino. También adoraban a Inti, a las estrellas, al trueno y a la tierra. Conocían a esta última con el nombre de Pachamama, que es como decir "Madre Tierra" y a ella acudían para pedir abundantes cosechas, la feliz realización de una empresa, caza numerosa, protección para las enfermedades, para el granizo, para el viento helado, la niebla y para todo lo que podía ser causa de desgracia o sinsabor.   Levantaban en su honor altares o monumentos a lo largo de los caminos. Los llamaban apachetas y consistían en una cantidad de piedras amontonadas unas encima de las otras, formando un pequeño montículo. Allí se detenía el indio a orar, a encomendarse a la Pachamama, cuando pasaba por el camino al alejarse del lugar por tiempo indeterminado o simplemente cuando se dirigía al valle llevando sus animales a pastar. Para ponerse bajo la prote

EL HOMBRECITO DEL AZULEJO

Imagen
Un Cuento de Manuel Mujica Lainez (Argentina) Tomado de "Misteriosa Buenos Aires", © 1986 Editorial Sudamericana Los dos médicos cruzan el zaguán hablando en voz baja. Su juventud puede más que sus barbas y que sus levitas severas, y brilla en sus ojos claros. Uno de ellos, el doctor Ignacio Pirovano, es alto, de facciones resueltamente esculpidas. Apoya una de las manos grandes, robustas, en el hombro del otro, y comenta: - ¿Esta noche será la crisis.? - Sí- responde el doctor Eduardo Wilde -hemos hecho cuanto pudimos. Veremos mañana. Tiene que pasar esta noche. . . Hay que esperar... Y salen en silencio. A sus amigos del club, a sus compañeros de la Facultad, del Lazareto y del Hospital del Alto de San Telmo, les hubiera costado reconocerles, tan serios van, tan ensimismados, porque son dos hombres famosos por su buen humor, que en el primero se expresa con farsas estudiantiles y en el segundo con chisporroteos de ironía mordaz. Cierran la puerta de calle sin rui

La campesina, el erizo y el gallo

Imagen
  Cuento popular de Marruecos Un antiguo proverbio decía: «Cada uno es como es». Este cuento lo demuestra   Una campesina volvía a su casa llevando una enorme gavilla sobre la cabeza, cuando de pronto vio un erizo a la vera del camino. «Esto me servirá para acompañar el cuscús [1] que voy a preparar mañana» , se dijo. Con un movimiento rápido arrojó su carga a un lado y se puso a correr tras el animal. Cuando éste comprendió que no era lo bastante veloz para escapar, se enrolló sobre sí mismo. A pesar de los pinchazos, la mujer logró cogerlo. Acomodó aquella bola de púas entre las ramas de su gavilla y continuó su marcha con la carga sobre la cabeza. Al llegar a su casa, puso el erizo debajo de un gran tamiz [2] y colocó una piedra encima. Aquel día había una boda a la que estaban invitados todos los vecinos del pueblo. La mujer se arregló y se fue a la fiesta. El erizo utilizó todas sus fuerzas para dar la vuelta al tamiz, pero tuvo que dejarlo por imposible, ya que la piedra

CUENTO DEL PATOJO

Imagen
  Cuento Popular Andino. Bolivia, Ecuador, Perú, Panamá     En una montaña, vivía un patojo con su mamá que era muy viejita y con dos hermanos. El patojito todos los días, sacaba a calentar al sol a la mamita. Los dos hermanos, como eran bebiones [1] , no paraban; bebían de lunes a sábado y el patojo en la choza con la mamá ya vieja, que no tenía qué comer... En una esas, llegó un sábado, tan; se murió la mama. Se murió la viejecita ¡Ahora, el patojo no tenía ni con que alúmbrale ni con qué tener! Al otro lado, había una ciudad. Entonces, el patojito se pasó para allá a pedir caridad. Entonces, recogió un poco de plata y compró un poco de querosín y con puro querosín, le veló a la mama... Y los hermanos estaban que beben y beben y no sabían la muerte de la mamá. Entonces, ya le veló, amaneció domingo. El patojito cogió a la viejecita y la cargó. Entonces, llegando a la ciudad, el patojito cargando a la mama. El que [2] llegó a la ciudad, siguió repicando misa. Entonces, el patojit

Cuento Entonces empezó a olvidar

Un cuento de Mayoral Marina- (España) Fue al intentar contarlo, al pretender convertirlo en una sucesión de hechos que sucedieron en el tiempo y de personajes que actuaron de determinada manera cuando me percaté de que había en la historia aspectos en los que no había reparado al vivirla. Se parece a Una historia inmortal, dijo mi hermana. Yo también lo había pensado al comienzo, porque en los primeros momentos tuve la impresión de que era algo extraordinario, fabuloso. Pero, a medida que lo vivía, las diferencias con la película de Orson Welles y con el cuento de Dinesen se me hicieron patentes. Yo no tengo nada en común con el marinero ingenuo e ignorante. Soy joven como él y no soy feo, pero, puestos a escoger, yo no me elegiría para tal función. Habría buscado a alguien más fornido, lo que se llama un ejemplar masculino, o, acaso, a un hombre de inteligencia superior, un sabio de reconocido prestigio o un artista de indudable talento. Aunque, por otra parte, eso aumentaría las dif

El león, el tigre y los gigantes enemigos del pueblo

Cuento popular de ENTRE RÍOS Era un colono que tenía tres hijos. Lo querían mucho los hijos. Los muchachos le dijieron al viejo: -Cuando se muera lo vamos a velar en un campo. -Bueno -dice él-, pero en el velorio tienen que intervenir los tres. -Lo vamos a velar tres días. -Bueno -les dice el viejo-, cuando me muera hagan lo que queran de mí. Bueno... Siguió trabajando el viejo con los hijos, que eran muy buenos hijos. Una güelta cayó enfermo el viejo y a los poquitos días murió. -Bueno -dijieron-, lo vamos a llevar al monte. Bueno... Lo llevaron al monte y buscaron un lugar a propósito, y lo acomodaron, y le pusieron las velas, al padre muerto. -'Hora te va a tocar a vos -le dijieron al mayor. Le tocó al mayor y quedó velando al padre. Le dieron un solo fósforo y con ése tenía que encender las velas y no dejarlas apagar. El que dejaba apagar las velas, al otro día lo mataban. Esa noche 'taba áhi, viene un lión, y claro, lo que vido la luz prendida. Y se puso a peliar con el

Tir Nan Og

Imagen
Una bella historia que hoy les quiero compartir Se trata de una historia melancólica y emotiva originaria de la mitología celta, en la que nos traslada a Tir Nan Og (tierra de la eterna juventud), un lugar que está más allá del mundo que conocemos, donde no existe enfermedad ni muerte y al que no podemos acceder si no es con un guía para poder reencontrarnos con nuestros antepasados. Según los antiguos Celtas, todos algún día recibiremos al visita de un guía que nos conducirá a esta tierra sagrada en la que no existen los dolores, las pruebas, ni las carencias de la tierra media (o mundo material en que vivimos), allí nos reencontramos con otras almas que han participado con nosotros del Gran Juego de la Vida y, creo yo, gozamos de un merecido descanso luego de las vicisitudes de la encarnación. Etiquetas de Technorati: Tir Nan Og

LA CANCION "LIBRE" DE NINO BRAVO

  El origen de la canción… La canción habla del primer alemán que murió intentando atravesar el muro de Berlín. Peter Fechter, un obrero de la construcción de 18 años, intentó huir junto con un amigo y compañero de trabajo, Helmut Kulbeik. Tenían pensado esconderse en el taller de un carpintero, cerca del muro, y, tras observar a los guardias de la "frontera" alejándose, saltar por una ventana hacia el llamado "corredor de la muerte", atravesarlo corriendo y saltar por el muro cerca del Checkpoint Charlie, a Berlín Oeste. Hasta llegar al muro las cosas salieron bien, pero cuando se encontraban arriba, a punto ya de pasar al otro lado, los soldados les dieron el alto, y a continuación dispararon. Helmut tuvo suerte, Peter resultó alcanzado por varios disparos en la pelvis, cayó hacia atrás, y quedó tendido en el suelo en la "tierra de nadie", durante cincuenta angustiosos minutos, moribundo, desangrándose, a la vista de todos, y sin que nadie hiciera nada.